Cuanto más creces, más callado te vuelves, ¿tienes conciencia de eso?
Con el tiempo, entiendes que cuestionarlo todo es una pérdida de energía. Aceptas las cosas tal como son y dejas de forzar conexiones y conversaciones vacías. Al crecer, te importa menos lo que otros piensen de ti.
Se aprende que no todo merece la atención y que la energía personal es valiosa. Además, se descubre que la paz proviene del interior, no de la aprobación externa. Las conexiones genuinas son escasas, valiosas y no requieren ser forzadas, ocurriendo naturalmente con quienes en realidad importan.
Se comienza a valorar la propia voz por encima del ruido circundante. Se aceptan las imperfecciones cuando se vive de acuerdo con el propio criterio, al ritmo personal y bajo términos propios. Finalmente, resulta evidente que el proceso de crecimiento también posee su propio atractivo.